Hacia 1936 cuando estalla la Guerra Civil, Gustavo Cochet tenía su estudio en la Plaza Real de Barcelona y sostuvo con sus artistas contemporáneos una intensa actividad antifascista. Fue el presidente de la Sección de Bellas Artes de la CNT, Confederación Nacional de Trabajadores, organización anarcosindicalista, perteneciente a la Federación Anarquista Ibérica que apoyó a la República participando del gobierno de la Generalitat.
El programa anarquista español desarrolló una intensa actividad en el ámbito educativo. En el Manifiesto de la Sección Pintores del Casal de la Cultura Cochet expresa:
“Lo que nosotros tenemos que procurar no es gente que sepa dibujar, escribir libros o ejecutar instrumentos, sino lo que interesa es que el pueblo llegue a poder conseguir y adquirir obras de arte con que embellecer su hogar y es sólo así que al llenar un vacío en su vida llegará a tener consciencia de su necesidad espiritual. Al decir una obra de arte decimos lo mismo del libro, no haremos nada de que todo el mundo sepa leer, si los libros no son accesibles al pueblo, como si no logramos sentir en él la necesidad de leerlos”.
Su compromiso con el momento histórico lo situó en un trabajo dirigido hacia un cambio trascendente, promoviendo el libre pensamiento, la toma de conciencia de la unidad y solidaridad entre los hombres como único camino para construir una sociedad nueva.
Esto se aprecia con especial fuerza en sus Caprichos serie de grabados sobre la guerra a la manera de Goya. Son imágenes que ponen en escena unas relaciones sociales destructoras de los lazos humanos, el desorden del mundo que genera el conflicto intrínseco a la modernidad y que ésta intenta resolver a través de la guerra.

COCHET UTÓPICO EN EL TRABAJO, EN EL ARTE Y EN EL AMOR
Utópica es toda actitud que busca trascender la realidad histórica para superarla. Implica una toma de posición desde el presente y una acción transformadora sostenida. Cochet desenvolvió esta actitud a lo largo de su vida en todos sus aspectos.
Eligió nutrirse de las ideas libertarias que animaban al grupo de artistas locales en su temprana juventud, eligió conocer la tierra de su padre francés y allí fue a encontrarse con los debates de la vanguardia, eligió ser un miliciano de las huestes culturales en plena guerra civil en España, eligió un compromiso ético y estético a lo largo de sus años de docencia y producción constante.
Su compromiso con el momento histórico lo situó en un trabajo dirigido hacia un cambio trascendente, promoviendo el libre pensamiento, la toma de conciencia de la unidad y solidaridad entre los hombres como único camino para construir una sociedad nueva.
Decía a sus 52 años: “Huyo de fanatismos sectarios, soy libre pensador, amo a mi prójimo. Anhelo la libertad para el mundo entero, para que en ningún momento mi libertad que es mi más grande bien, no dependa o esté basada en la esclavitud de ninguno de mis semejantes.
Los misterios del universo me infunden un sentido religioso y místico de la vida, de este sentimiento nace la fe que pongo en la lucha de mis ideales; individualista soy pero con altruismo. Tengo fe en mi destino”
María Eugenia Prece